jueves, 4 de noviembre de 2010

Confusión


Dicen mi madre, que es sabia, que cuando quieres a alguien dejas de hacer otras cosas porque lo que realmente quieres es estar con esa persona. No haces un sacrificio, simplemente cambian tus prioridades.

Suena tan fácil.

Quiero hacer tantas cosas, quiero ver a tanta gente que no se si mis prioridades han cambiado o simplemente sigo siendo el inmaduro incapaz de renunciar a nada, ¿significa eso algo?

Dicen que solo con oír su voz se te encoge el estómago. Que te quedas sin respiración si te mira a los ojos. Yo no tengo esas reacciones novelescas. Me pongo nervioso, sí, y eso en mi ya es mucho. Pero no se si es por miedo a hacer algo mal o por que tengo de esos sentimientos novelescos que tan desconocidos me son.

Dudas.

Piensas en ella pero no es el centro de tus pensamientos.
Quieres verla pero no es una necesidad.
Cuando estás con ella y lo tienes claro, pero pasa un día, pasan dos y vuelven las dudas.
La llamas, hablas con ella y entonces te persigue. No la duda, si no la culpabilidad por la duda.

Llegado este punto no sabes qué es qué. No sabes si lo que buscas es un esteriotipo. No sabes si simplemente quieres sentirte querido y no sentirte solo. Pero cuanto más buscas las respuestas a tus dudas más quieres que la solución sea ella.

Y entonces tienes miedo.

Miedo de que cuando solo quieres lo mejor para ella le hagas daño. Miedo de que llegado el momento de que sea una necesidad, ella se vaya o elija a otro. Miedo simplemente de no dar la talla.

¿Es mi confianza en mi una careta? O es simplemente una falta de interés por los resultados de mis acciones, una apatía que envuelve todo. Sin embargo ahora dudas de ti, ya no estás apático, eso significa que algo, ella, te importa. Pero sin embargo dudas.

Al final solo sabes que estás perdido, y esperas que el camino que se abre ante ti te solucione tus dudas sobre lo que eres, sobre lo que sientes, y si no, por lo menos que te haga olvidar que no lo sabes.

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